"Yo soy la vida verdadera y mi Padre es el viñador. Si uno de mis sarmientos
no da fruto, lo corta; pero si da fruto, lo poda y lo limpia para que dé más.
Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado. Seguid
unidos a mí como yo sigo unido a vosotros. Un sarmiento no puede dar
fruto por sí mismo si no está unido a la vid. De igual manera, vosotros
no podéis dar fruto si no permanecéis unidos a mí.
Yo soy la vid y vosotros sois los sarmientos. El que permanece unido a mí y yo
unido a él, da mucho fruto; pues sin mí nada podéis hacer. El que no permanece
unido a mí será echado fuera, y se secará como los sarmientos que se recogen
y se queman en el fuego.
Si permanecéis unidos a mí, y si sois fieles a mis enseñanzas, pedid lo que
queráis y se os dará. Mi Padre recibe honor cuando vosotros dais mucho
fruto y llegáis así a ser verdaderos discípulos míos."
La imagen de la viña la encontramos en toda la Biblia, sobre todo en los profetas.
Pero cuando la utiliza Jesús tiene una fuerza especial.
Jesús nos habla de la unidad entre todos sus seguidores. Formamos uno con Él.
Él es la viña y nosotros los sarmientos. Sólo unidos a Jesús podemos dar fruto.
Jesús da mucha importancia a los frutos. Lo que muestra nuestra Fe no son
las creencias, las fórmulas, los ritos...Lo que, de verdad, muestra nuestra Fe
son nuestros frutos, lo que hacemos. Al igual que Él demostraba quién era
curando, devolviendo la vista, haciendo caminar, perdonando los pecados...
Nosotros, si queremos ser sus discípulos, si de verdad estamos unidos
a Él, realizaremos las mismas obras. Seremos amor para todo el mundo. Es con
esos frutos que podemos considerarnos discípulos de Jesús. Son esos frutos
los que demuestran que formamos parte de la viña, que es Jesús.