Seguidores

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Andrés, el que acercaba a otros a Cristo




Mientras los impíos amen la oscuridad, en la que dormitan y esconden sus fechorías, los hijos de la luz han de vivir en pleno día, vigilantes y despiertos, sin tener nada que esconder. Si es así, el Día del Señor llegará venturosamente para poner fin a todos sus afanes y dar cumplimiento a su esperanza. Es un rasgo característico del pensamiento de Pablo fundar siempre la exhortación para hacer lo que debemos en el anuncio de lo que ya somos. En este sentido, y después de proclamar que somos hijos de la luz, nos advierte para que estemos vigilantes y vivamos sobriamente.








Andrés, el que acercaba a otros a Cristo
Es el instrumento de encuentro de los hombres con Cristo y que llena de gozo el Corazón del mismo Jesús.
 
Andrés, el que acercaba a otros a Cristo
Celebramos el día del apóstol San Andrés, meditaremos hoy acerca de este gran apóstol.

El Apóstol Andrés es un hombre sencillo, tal vez también pescador como su hermano Simón,
 buscador de la verdad y por ello lo encontramos junto a Juan el Bautista. No importa
 de dónde viene ni qué preparación tiene. Parece, por lo que conocemos de él en el
 Evangelio, que entre otras muchas cosas algo que va a hacer es convertirse en un anunciador
 de Cristo a otros.

"He ahí el Cordero de Dios" (Jn 1,36). Estando Andrés junto a Juan el Bautista escucha de él estas palabras.
 De repente se siente inquieto por ellas y se va con Juan tras Jesús. Él les pregunta: ¿Qué buscáis?, a lo
 que ellos le dicen: ¿Dónde vives?. Jesús entonces les dice: "Venid y lo veréis". Ellos fueron con Jesús y
se quedaron con Él aquel día. Ha sido Juan el Bautista quien les ha enseñado a Cristo, y antes que nada
 Andrés ha querido hacer personalmente la experiencia de Cristo. Estando junto a él ha descubierto dos
cosas: que Cristo es el Mesías, la esperanza del mundo, el tesoro que Dios ha regalado a la humanidad,
 y también que Cristo no puede ser un bien personal, pues no puede caber en el corazón de una persona.
 A partir de ahí, la vida de Andrés se va a convertir en anunciadora de Dios para los demás hasta morir
 mártir de su fe en Cristo.


"Hemos encontrado al Mesías" (Jn 1,41). La primera acción de Andrés, tras haber experimentado a Cristo,
 es la de ir a anunciar a su hermano Simón Pedro tan fausta noticia. Simón Pedro le cree y Andrés le
 lleva con el Maestro. Hermosa acción la de compartir el bien encontrado. Andrés no se queda
 con la satisfacción de haber experimentado a Cristo. Bien sabe que aquel don de Dios, a través de 
Juan el Bautista que le señaló al Cordero de Dios, hay que regalarlo a otros, como su Maestro Juan
 el Bautista hizo con él. Queda claro así que en los planes de Dios son unos (tal vez llamados en
 primer lugar) quienes están puestos para acercar a otros a la luz de la fe y de la verdad. ¡Gran 
generosidad la de Andrés que le convierte en el primer apóstol, es decir, mensajero, de Cristo, y
 además para un hermano suyo!

"Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús" (Jn 12,20). Se refieren estas palabras a una escena en 
la que unos griegos, venidos a la fiesta, se acercaron a los Apóstoles con la petición de ver a Jesús. 
Andrés es uno de los dos Apóstoles que se convierte en instrumento del encuentro de aquellos hombres
 con Cristo, encuentro que llena de gozo el Corazón del mismo Jesús. ¿Puede haber labor más bella en
 esta vida que acercar a los demás a Dios, se trate de personas cercanas, de seres desconocidos,
 de amigos de trabajo o compañeros de juego? Sin duda en la eternidad se nos reconocerá mucho mejor
 que en esta vida todo lo que en este sentido hayamos hecho por los otros. Toda otra labor en esta vida
 es buena cuando se está colaborando a desarrollar el plan de Dios, pero ninguna alcanza la nobleza, la
 dignidad y la grandeza de ésta.


El Apóstol Andrés se erige así, desde su humildad y sencillez, en una lección de vida para nosotros, hombres
 de este siglo, padres de familia preocupados por el futuro de nuestros hijos, profesionales inquietos por
 el devenir del mundo y de la sociedad, miembros de tantas organizaciones que buscan la mejoría
 de tantas cosas que no funcionan. A nosotros, hombres cristianos y creyentes, se nos anuncia que debemos
 ser evangelizadores, portadores de la Buena Nueva del Evangelio, testigos de Cristo entre nuestros 
semejantes. Vamos a repasar algunos aspectos de lo que significa para nosotros ser testigos del Evangelio
 y de Cristo.

En primer lugar, tenemos que forjar la conciencia de que, entre nuestras muchas responsabilidades, 
como padres, hombres de empresa, obreros, miembros de una sociedad que nos necesita, lo más
 importante y sano es la preocupación que nos debe acompañar en todo momento por el bien espiritual
de las personas que nos rodean, especialmente cuando se trata además de personas que dependen
 de nosotros. Constituye un espectáculo triste el ver a tantos padres de familia preocupados únicamente
 del bien material de sus hijos, el ver a tantos empresarios que se olvidan del bienestar espiritual de
 sus equipos de trabajo, el ver a tantos seres humanos ocupados y preocupados solo del futuro 
material del planeta, el ver a tantos hombres vivir de espaldas a la realidad más trascendente: la
 salvación de los demás.


El hombre cristiano y creyente debe además vivir este objetivo con inteligencia y decisión, 
comprometiéndose en el apostolado cristiano, cuyo objetivo es no solamente proporcionar bienes
 a los hombres, sino sobre todo, acercarlos a Dios. Es necesario para ello convencerse de que hay
 hambres más terribles y crueles que la física o material, y es la ausencia de Dios en la vida. El
verdadero apostolado cristiano no reside en levantar escuelas, en llevar alimentos a los pobres,
 en organizar colectas de solidaridad para las desgracias del Tercer Mundo, en sentir compasión
 por los afligidos por las catástrofes, solamente. El verdadero apostolado se realiza en la medida
 en que toda acción, cualquiera que sea su naturaleza, se transforma en camino para enseñar incluso
 a quienes están podridos de bienes materiales que Dios es lo único que puede colmar el corazón
 humano. ¿De qué le vale a un padre de familia asegurar el bien material de sus hijos si no se 
preocupa del bien espiritual, que es el verdadero?

Hay un tema en la formación espiritual del hombre a tener en cuenta en relación con este 
objetivo. Hay que saber vencer el respeto humano, una forma de orgullo o de inseguridad como
 se quiera llamarle, y que muchas veces atenaza al espíritu impidiéndole compartir los bienes
 espirituales que se poseen. El respeto humano puede conducirnos a fingir la fe o al menos
 a no dar testimonio de ella, a inhibirnos ante ciertos grupos humanos de los que pensamos que no
 tienen interés por nuestros valores, a nunca hablar de Cristo con naturalidad y sencillez ante los demás,
 incluso quienes conviven con nosotros, a evitar dar explicaciones de las cosas que hacemos, cuando
 estas cosas se refieren a Dios. En fin, el respeto humano nunca es bueno y echa sobre nosotros una 
grave responsabilidad: la de vivir una fe sin entusiasmo, sin convencimiento, sin ilusión, porque a lo
 mejor pensamos eso de que Dios, Cristo, la fe, la Iglesia no son para tanto. 

Ayúdame Señor
Aquí estan mis manos señor abiertas para servirte en mis hermanos
Aquí estan mis pies quieren corren solícitos donde me llamas
Aquí estan mis ojos desde donde acaricias cada alma
Aquí estan mis labios y lengua donde pones tu palabra
Aquí esta mi corazón enciendelo con la fuerza de tu amor 
quiero ser como Andres humilde y sencilla haciendo el bien
ser una obrero que no esconde su tesoro sino que de uno por cien
Adela







No hay comentarios:

Publicar un comentario